domingo, diciembre 26, 2004

Tan lejos, tan cerca.

Estas fechas traen el recuerdo de quienes ya no están a todo el mundo, no importa el país, situación económica o edad. Hechamos profundamente de menos sobre todo a quienes sabemos que en esta vida no volveremos a ver. Sin embargo ¿se puede hechar de menos a quien uno jamás conoció?
Yo lo afirmo con todas sus letras.

Mi mamá se vino a Santiago muy joven a trabajar, en provincia la vida era (y aún lo es, aunque no como antes) muy dura, y siendo la segunda de doce hermanos, la necesidad de ayudar a la casa era mucha. Tuvo una particular relación con uno de sus hermanos menores, mi tío Carlos, quien también se vino a la capital siendo menor de edad. Él adoraba a mi mamá, fue el único hermano cariñoso al extremo de esperarla a la salida del trabajo y abrazarla en plena calle cual novio enamorado. Siempre le decía “Yoly, cuándo me vas a dar un sobrinito para poder jugar con él?”, lo único que quería era que fuera madre.

Mi tío trabajaba en un garaje, los compañeros dijeron que se encontraba manejando unos solventes inflamables y que en ese instante pasó el dueño del lugar, fumando un cigarrillo.

A mi mamá la llamaron en la noche para avisarle que su querido hermano estaba grave en el hospital, con todo su cuerpo quemado. No lo pudo ver, mi tío estaba consciente pero muy grave. Entonces llevaron a mi mamá al helipuerto del hospital desde donde se podía ver la ventana de la habitación de mi tío y le hizo señas, sin poder distinguir si él había logrado verla.

Con 18 años mi tío falleció.
Su perro, que había quedado en casa de mis abuelos, no se movió en todo el funeral de su ataúd, hasta que lo llevaron al cementerio.

Años después, cuando los doctores salieron corriendo de la sala de partos conmigo porque acababa de nacer con asfixia, mi mamá sólo rezaba a mi tío para que me cuidara. Como supondrán todo salió bien, y siempre lo recuerdo, lo siento a mi lado aunque jamás lo conocí.

Y ahora es uno más de los que hecho de menos en estas fiestas, de los que nos quedaron debiendo hermosos momentos que pudimos haber compartido juntos.
Este post va especialmente para ti, tío Carlos.


No me gusta que me vean llorar, sin embargo me he demorado más de lo normal en escribir este post debido a las recurrentes idas en busca de un pañuelo. Por suerte ustedes sólo pueden ver mis palabras ;)


Esta es su foto, la única que tengo de él y que guardo con especial cariño.






1 Comments:

Blogger Trenzas said...

Miguel ya lo ha dicho todo al respecto. Contenta de que tío Carlos te diera el empujoncito necesario. Por cierto ¿te pareces a él? Lo digo por aquellos comentarios del pelo...
En cuanto al chocolate, me parece que se te notaba un poco de envidia en el post que me dejaste, ¡confiesa...!

7:28 a. m.  

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