miércoles, junio 01, 2005

Mea Culpa

Buenas, padrecito. Me vengo a confesar porque en Chiloé no me porté nada de bien. No, no me mire así que el Trauco no tuvo nada que ver… Si usted leyó mis últimos post se dará cuenta de que me ha subido una pica horrible contra quienes se llaman igual que yo o usan el mismo seudónimo. Ya, entonces le cuento:

Esta vez fuimos dos grupos a trabajar a los bosques de Chiloé, los cinco que fuimos la vez pasada y cuatro más, dos de los cuales yo conocía. Todo comenzó con una de las niñas que se unió al otro grupo allá cuando llegamos. Se llamaba Carolina. El primer problema fue para saber a cuál de las dos le hablaban, si a ella o a mí. Por suerte decidieron decirle a ella Carola y a mí Carolina (es que no me gusta que me digan Carola... aunque con los años ya me he acostumbrado), pero igual todo el mundo se confundía.

Ya, si ya estoy llegando al punto, no se me desespere…

Resulta que al día siguiente que llegamos a Chiloé, llevamos al grupo Avícola (es que quien los guiaba era el “Pollo”…jamás supe cómo se llamaba) a conocer nuestro preciado bosque no intervenido. Sí, confieso que seguía picada por lo de “oye, Carolina! no, la otra Carolina”, y comencé a tramar mi plan... que pareciera un accidente… Antes de que llegáramos al final del camino, la Carolina (la otra, no yo, padrecito…) se detuvo bajo la lluvia, tiesa como si le hubiera caído un rayo encima. Resultó que se había dislocado el hombro, y ahora el brazo le colgaba como la mochila que llevaba a la espalda. Tuvimos que gritar a la Ceci y a Martín para que se devolvieran porque se habían adelantado bastante, y –rayos!!-, venían asustados porque pensaban que había sido yo la lesionada. Cristian (de nuestro grupo) y la Naty (grupo avícola) se devolvieron con la lesionada para llevarla al hospital, pues luego de media hora todavía tenía el hombro dislocado. El camino de vuelta, de aproximadamente 40 minutos, lo hicieron en dos horas, porque con una mano le era casi imposible mantenerse en pie. Pero luego de tanto caerse, se le terminó arreglando solo el hombro y no fue necesario llevarla con el doctor.

Carolina estuvo dos días sin ir a terreno, pero aprovechó de pasear y hacernos panqueques con manjar mientras nosotros andábamos trabajando en los bosques con lluvia de granizos.

Entonces me quiero confesar padre: comí tantas cosas ricas, tomé dos desayunos diarios, y más encima comí de los panqueques que hizo la Carolina, que creo pequé de GULA.

¿Tengo su perdón?